Los muertos SI cuentan cuentos

La mujer dio un tirón. El hilo se tensó y acompañó al movimiento.
La pútrida carne y la piel amarillenta y tensa como la de un tambor, se unieron.
Cortó el filamento con los dientes y dejo que el cadáver se inspeccionara la extremidad cosida.
La mano podía flexionarse de una manera increíble, y se movía con una facilidad extrema, como si los huesos aun permanecieran sueltos dentro de la cobertura muerta.
-Sigue sin tener buen aspecto. Estas seguro de que te venían todas las piezas en la caja?
-JA-JA si no fuera porque ya estoy muerto tu sentido del humor me mataría –Dijo con voz retumbante. No surgía de sus labios despellejados, ni de su garganta, pues tenia las cuerdas vocales destrozadas y la lengua por un mismo camino, con lo cual no podía vocalizar. La voz, su voz, surgía de todo su ser.
Ella sacó la lengua esbozando una sonrisa descarada.
Se puso en pie alejándose de Freddie.
-Han llegado los ojos de cristal que encargué –Explicó buscando estos mismos.
-Perfecto.
-Abre los ojos.
-.....Hilda –Llamó con voz queda.
-Si?
-No tengo párpados.
La supuesta Hilda se volteó instantáneamente, clavando la mirada en las cuencas vacías y oscuras de su interlocutor.
-Eso parece.
-Solamente te lo parece? Anda, trae esos ojos ya –Le apuró chascando los dedos, con un sonido amortiguado por la carne blandengue y la piel callosa- Una uña voló por los aires al desprenderse del pulgar.
Hilda la ignoró y Freddie no comentó al respecto.
-No me puedo creer que estés vivo.
-Ni yo que este muerto –Dijo con una gorgoteo desagradable. Reía socarronamente, si a aquello se le podía llamar reír.
-En “el más allá” no sabes que estas muerto? –Preguntó con abrupta curiosidad mientras colocaba uno de los ojos sobre el agujero deformado y lo empujaba haciéndolo entrar sin demasiada dificultad.
-Es difícil de explicar. De todas maneras, esa información es explicita. Seria negligencia que una mortal como tu lo supiera.
Hilda repitió el acto con cierta brusquedad esta vez.
-Vigila o los romperás!
-De todas maneras, el problema no son los ojos, son tus cuencas.
-Que les pasa?
-Una esta torcida y la pupila mira a saber donde.
-Llama mucho la atención? –Dijo interrogante “observándola” con ojos acuosos.
Uno de los vidrios esféricos bizqueó hacia ella.
-Puags!
-No tendrás unas gafas de sol?
-No pienso prestártelas, las impregnaras de ese horrible....hedor. Ni aunque te bañases en perfume conseguirías eliminarlo.
-Gracias –Fingió esta halagado- entonces –puntualizó- no tengo mas remedio que marcharme tal y como estoy.
-No volveré a salvarte el trasero...-Previno con voz nasal, cubriéndose con la mano los orificios respiratorios- Por cierto, a donde vas?
-Buscaré al niñato que me ha hecho esto.
-Lo castigaras y luego le presionaras para que devuelva tu alma. Como harás para quitarle la maldición cuando tu ya no estés?
-No se la quitaré, así de simple.
Hilda frunció el ceño.
-Que rencoroso te has vuelto.
-Es lo que tiene estar muerto.
Freddie notó algo escurrirse por su oído. Sin mirar si quiera, atrapó al escarabajo antes de que se escabullera, y lo masticó con dientes raidos y amarillentos.
-Mi madre....
-Que tiene que ver ella aquí? Anda, no exageres. Sabe a pollo.
-Pero si no tienes lengua!
El cadáver sacudió los hombros, con desinterés.
-Marchamos.
-Espero que te refieras a ti y tus trocitos.